EL COMPROMISO
DE LAS MUJERES
Y LA AYUDA HUMANITARIA TRANSNACIONAL
MOVILIZACIÓN DE LAS MUJERES TRAS EL ESTALLIDO
DE LA GRAN GUERRA
Aunque las mujeres siempre estuvieron presentes, de una u otra forma, en las guerras hasta el siglo XX, su participación revistió un carácter excepcional e invisible. Fue a partir de la Primera Guerra Mundial cuando se produjo una movilización de las mismas sin precedentes.
Las mujeres que llevaron a cabo una actividad fuera de la esfera del hogar se centraron en tres ámbitos básicamente. En primer lugar, su participación en retaguardia en los diferentes sectores económicos (agricultura, industria, transporte, banca, comercio, telecomunicaciones, enseñanza, etc.). En segundo lugar, la extensión de su labor asistencial (vinculada tradicionalmente al ámbito doméstico) a los campos de la sanidad y de la ayuda humanitaria hacia los soldados heridos y personas en situación de desamparo y necesitadas de socorro para su propia supervivencia. En tercer lugar, en algunos países se les dio la posibilidad de tener responsabilidades diversas en los frentes de guerra.

Tres mujeres esparciendo alquitrán en una calle de Londres. Fotografía de Horace Nicholls. (s.f. ca 1916). © IWM (Q30876)
En el campo de la sanidad, las mujeres destacaron como enfermeras y médicos y de manera más específica en la cirugía, por ejemplo, Elsie Inglis y Frances Ivens. Hay que señalar que hubo una movilización transnacional, llegando a Europa sanitarias australianas, canadienses, neozelandesas, etc., que se encuadraron en distintas organizaciones y que trabajaron junto a las nacionales de diferentes países en hospitales en la retaguardia; también en primera línea de frente en hospitales de campaña y en ambulancias medicalizadas, como la organización Scottish Women’s Hospitals for Foreign Service, que proporcionaba servicios médicos en los frentes de los países aliados.

Una operación en el hospital militar Endell Street. Obra del pintor Francis Dodd, 1920. © IWM (ART 4084)
En la imagen aparecen las cirujanas Garret, Murray y Buckley.
Esta obra de Francis Dodd reproduce una operación en el hospital militar Endell Street, establecido en Londres para atender a militares heridos, formado y dirigido íntegramente por mujeres. El hospital funcionó entre mayo de 1915 y diciembre de 1919. Las cirujanas realizaron más de 7.000 operaciones y atendieron a más de 26.000 pacientes.
Otro cuerpo de voluntarias que se alistaron para llevar a cabo servicios sanitarios, de cocineras, camareras, etc., fue el Women’s Army Auxiliary Corps (1917-1921), también conocido como Queen Mary’s Army Auxiliary Corps, cuerpo femenino auxiliar del ejército británico. De igual manera, se podrían citar organizaciones como First Aid Nursing Yeomanry, Voluntary Aid Detachment, Queen Alexandra’s Imperial Military Nursing Service o American Women’s Hospital, entre otras.

Cartel de reclutamiento del Women’s Army Auxiliary Corps (s.f. ca. 1917). © IWM (ART PST 13171)
No se puede dejar de mencionar a las mujeres que se inscribieron voluntarias en organizaciones cuáqueras como la Friends Ambulance Unit, o a las que participaron como enfermeras en las diferentes organizaciones nacionales de la Cruz Roja o en el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Durante la guerra, el CICR experimentó una profunda transformación con la creación de la Agencia Internacional de Prisioneros de Guerra, donde trabajaron unas 3.000 personas, de las que dos tercios eran mujeres.

Enfermeras de la Cruz Roja francesa. Fotografía de Bain News Service (ca. 1914-1915). © LOC (LC-DIG-ggbain-17067)

Agencia Internacional de Prisioneros de Guerra. Fichero británico. © ACICR (V-P-HIST-00581-24)
En 1914 la mayoría de las mujeres europeas habían apoyado la guerra. Una parte de las feministas consideraban que iba a ser una oportunidad para salir del ámbito doméstico e incorporarse a las tareas que dejaban libres los hombres. Incluso las reivindicaciones por el derecho al voto quedaron en suspenso ante esta nueva realidad.
Sin embargo, y a pesar de que en el seno de las sociedades de los países beligerantes las actitudes pacifistas se identificaban con el antipatriotismo, hubo mujeres que se opusieron activamente a la guerra. Un ejemplo de ello fue el Congreso Internacional de Mujeres, inaugurado en La Haya, el 28 de abril de 1915.

Jane Addams (segunda por la izquierda) y otras delegadas en la cubierta del barco que las llevaría a La Haya donde iba a celebrarse el Congreso Internacional de Mujeres (1915). LOC (George Grantham Bain Collection (LC-DIG-ggbain-18848)
ENTRE EL RETORNO AL HOGAR Y LA CONQUISTA DE DERECHOS
En 1919 una Europa devastada por la guerra se enfrentaba a enormes secuelas demográficas, económicas y geopolíticas. A los millones de soldados y de población civil muertos durante la contienda, había que añadir los soldados heridos y mutilados y los civiles que fallecían como consecuencia de epidemias y hambrunas. Las más terribles, sin lugar a duda, la pandemia de gripe de 1918 y la hambruna rusa de 1921-1922.
A esto hay que sumar los enormes desplazamientos de población de sus lugares de origen como consecuencia del derrumbamiento de cuatro imperios (ruso, austrohúngaro, alemán y turco) y las repatriaciones de prisioneros de guerra, tanto militares como civiles.

Enfermera con mascarilla para protegerse de la “gripe” (pandemia). 13 de septiembre de 1918. © NARA (MD. 165-WW-269B-5)
La mal llamada “epidemia española” se originó en Estados Unidos y fue traída a Europa por los soldados en la primavera de 1918. Se estima que murieron más de 50 millones de personas.

Cementerio, Étaples (Francia). Autora: la fotógrafa Oliva Edis, 1919. © IWM (Q8027)

Cementerio, Étaples (Francia). Autor: John Lavery, 1919.
© IWM (ART 2884)
El cuadro muestra uno de los muchos cementerios de soldados fallecidos que se fueron creando en Francia durante la guerra. En este caso de soldados británicos. En 1919 todavía era atendido por personal femenino del Women’s Army Auxiliary Corps por encargo de la Comisión de Tumbas de la Guerra de la Commonwealth. Abajo, el mismo cementerio en una fotografía.
Estas situaciones nuevas obligaron a las organizaciones de ayuda humanitaria como el Comité Internacional de la Cruz Roja a establecer una verdadera colaboración interinstitucional y transnacional con diferentes organismos de ayuda, a la vez que se propiciaba la creación de otros que respondieran a las graves emergencias en las que se encontraban las poblaciones en esos primeros años de la posguerra. En este marco se sitúa el origen de Save the Children Fund, y del Servicio Civil Internacional (SCI).
Save the Children Fund se creó en mayo de 1919 por iniciativa de Eglantyne y Dorothy Jebb con el objetivo de ayudar a los niños alemanes y austrohúngaros, lo que hizo que fuera censurada por la prensa británica al no establecer distinción entre los niños de los vencedores y los del “enemigo”. En cuanto al SCI surgió en 1920, en Suiza, por iniciativa de un grupo de pacifistas agrupados en torno al ingeniero suizo Pierre Cérésole.

Eglantyne Jebb luchó por los derechos y el bienestar de los niños. © Snowbound. Cortesía de/Courtesy of Save the Children. Madrid
“Es esencial que desarrollemos una organización internacional poderosa para proteger a los niños y las niñas, que sea capaz de llegar hasta la esquina más remota del mundo”
EGLANTYNE JEB

Foto de Esnes (Francia), el primer campamento de trabajo del SCI. Se aprecian las cabañas construidas por los voluntarios del SCI, aunque la destrucción del pueblo es todavía visible. Ca. 1921. © SCI Archives (The first workcamp of Service Civil International 1920 – Archives Documentation)
La Gran Guerra había provocado la movilización en masa de las mujeres fuera del ámbito doméstico, pero nada más terminar la contienda gobiernos y partidos políticos las presionaron o directamente las obligaron a retornar al hogar, dejando así sus puestos de trabajo que debían ocuparse de nuevo por hombres. A pesar de esto, la guerra había ensanchado sus horizontes y producido profundos cambios que se empezaron a apreciar de manera paulatina en los años siguientes.
Como una forma de reconocimiento al papel que las mujeres habían desarrollado durante la guerra, entre 1918 y 1921 una parte de los países beligerantes les reconocieron el derecho al voto, con diversas restricciones según los casos. En otros países hubo que esperar al final de la Segunda Guerra Mundial, como fue el caso de Francia que lo aprobó en 1944.
Ese derecho al voto por el que tanto habían luchado las sufragistas desde mediados del siglo XIX constituyó una conquista importante, pero lo verdaderamente revolucionario fueron los cambios que se empezaron a hacer visibles en los comportamientos, la manera de vestir, las relaciones sexuales o las costumbres de las mujeres, y el aumento lento, pero continuado, de su presencia, en lugares públicos y de trabajo.
En este sentido, la Guerra de 1914 abrió por primera vez en la Historia el camino hacia una “sociedad mixta” en la que circulaban y se relacionaban libremente hombres y mujeres. Fue un avance lento, pero imparable.

Campaña del Ministerio de Trabajo. Gran Bretaña, 1919. Litografía. © IWM (PST 5475)
VOLUNTARIAS DE LA AYUDA HUMANITARIA [1936-1939]
No se entiende la Guerra Civil de 1936-1939 si se la contempla sólo como un conflicto interno de la política y sociedad españolas. Hay que situarla en el contexto de la historia europea del primer tercio del siglo XX. Esto ayuda a explicar el hecho de que, desde su inicio, se convirtiera en un campo de confrontación ideológica para los gobiernos y la opinión pública internacionales.
Al igual que ocurrió en la Primera Guerra Mundial, la movilización de padres, esposos y hermanos para el esfuerzo bélico obligó a las mujeres a tener que sostener a la familia y asegurar su supervivencia, a la vez que se incorporaban a los puestos de trabajo que dejaban libres los hombres en todos los ámbitos de la actividad económica.

Mujeres trabajando en la producción de guerra, 28 de abril de 1937. © BNE (Biblioteca Digital Hispánica, GC-Caja 58/6 18r/1)
Además de esa doble labor doméstica y en el ámbito laboral, realizaron un sinfín de tareas de apoyo en la retaguardia: búsqueda de alimentos para la población desvalida y ayuda en almacenes de suministro de alimentos, en orfanatos, comedores colectivos, roperos y talleres de costura. Junto a esto, la asistencia sanitaria en hospitales o el papel desempeñado como personal auxiliar o como maestras de los niños que eran evacuados a colonias en la costa mediterránea o al extranjero, etc.

Niños en refugios en Barcelona. © BNE (Biblioteca Digital Hispánica, GC-Caja 47/5/39)
El carácter de revolución popular que revistió la guerra en la zona republicana en los primeros momentos hizo que las mujeres más comprometidas y alentadas por un discurso igualitario en su relación con los hombres, se alistaran en los batallones y cuerpos de milicias que de forma voluntaria se organizaron desde los primeros días para participar directamente en la lucha.

Miliciana en el frente. © BNE (Biblioteca Digital Hispánica, GC-Caja 114/12/2)
La Guerra Civil propició la llegada de voluntarias internacionales que procedían de todos los rincones del mundo y que trabajaron como médicas, enfermeras, conductoras de ambulancias, auxiliares sanitarias, corresponsales de guerra, fotógrafas, etc. Algunas eran brigadistas, otras pacifistas y neutrales, muchas vinculadas a organizaciones de ayuda humanitaria. La mayoría vinieron en apoyo de la República, pero también hubo mujeres que ayudaron al bando sublevado.

Foto de la enfermera afroamericana Salaria Kea. Autor desconocido, no localizado. © NYU (Tamiment Library & Robert F. Wagner Labor Archives, ALBA.PHOTO.015)
En cuanto a las organizaciones que brindaron ayuda humanitaria durante el conflicto, unas fueron neutrales y ayudaron en ambos bandos como el Servicio Civil Internacional (SCI), los cuáqueros británicos y americanos (Friends Service Committee y American Friends Service Committee), el Comité Internacional de la Cruz Roja (en el caso español, Cruz Roja Española) y Save the Children Fund. Hubo otras que colaboraron sólo con el bando republicano, tales como Socorro Rojo Internacional, Solidaridad Internacional Antifascista y unas terceras que lo hicieron con el bando sublevado, como Auxilio Social, fundada por Mercedes Sanz-Bachiller Izquierdo, o Socorro Blanco, dirigida por la militante carlista María Rosa Urraca Pastor.

¡Ayudad! A la Cruz Roja Española en su labor humanitaria. Autor: Mezquita. Cartel editado por Cruz Roja Española. Imprenta Rivadeneyra, S.A. Madrid (Circa 1936-1939) © CDMH (PS-CARTELES, 2194)

Uno de los talleres de costura impulsados por la cuáquera Francesca Wilson en Murcia, 1937. © AFSC
Hubo muchos casos de mujeres singulares que llegaron como voluntarias de asociaciones humanitarias, mencionemos sólo a modo de ejemplo a Elisabeth Eidenbenz, una maestra suiza que viajó a España a principios de 1938 como voluntaria del SCI. Llevó a cabo su labor en Madrid y en Burjassot (Valencia). Regreso a Suiza a principios de 1939, pero a finales de ese mismo mes se la requirió de nuevo para ayudar a las exiliadas españolas embarazadas que se encontraban en los campos de internamiento franceses. Este es el origen de la Maternidad de Elne que funcionó hasta abril de 1944 y en la que nacieron más de 600 niños de 22 nacionalidades diferentes

Elizabeth Eidenbenz en la Maternidad de Elna. (Circa 1940-1943) © Fonds Elisabeth Eidenbenz –Ville d’Elne
EN LA GUERRA Y EN LOS CAMPOS DE BATALLA HUMANITARIOS [1939-1945]
En apenas veinte años el deseo de una paz duradera se trastocó en una nueva conflagración mundial más terrible, violenta y mortal que la de 1914. Ni la Sociedad de Naciones ni los Acuerdos de Paz habían podido asegurar el futuro tranquilo para el que habían sido diseñados.
La política expansionista de Hitler y su deseo de hegemonía continental provocó que, tras la invasión de Polonia, Francia e Inglaterra declarasen la guerra a Alemania el 3 de septiembre de 1939. Una guerra que se extendió por todos los confines del planeta y que originó una crisis humanitaria sin precedentes.
De nuevo, en los distintos países involucrados en el conflicto bélico se emprendieron grandes campañas propagandísticas de movilización de las mujeres. La respuesta fue masiva y otra vez se convirtieron en un elemento fundamental como cabezas del núcleo familiar, incorporadas a sectores de la actividad económica o en el ámbito sanitario como médicos, cirujanas, enfermeras, conductoras de ambulancia, etc.

Un día en la vida de una madre de familia en enero de 1941. Dibujo de José Smeets. © MUNAÉ (1979.09289.29)
En la Segunda Guerra Mundial hubo un mayor número de mujeres que se incorporaron a las fuerzas armadas para luchar en primera línea de frente, como reservistas o bien para trabajar en unidades de apoyo.

Liudmila Pavlichenko, francotiradora soviética, con dos delegados en Washington D. C. Foto de Jack Delano, 1942. © LOC (2017835891)
Las mujeres fueron fundamentales en las labores de evacuación de la población civil de las grandes ciudades, sometidas a bombardeos aéreos, a zonas rurales más seguras. Además, en ciudades y pueblos se encargaban del suministro y distribución de alimentos, del cuidado de las cantinas y roperos, de la atención médica en consultorios y hospitales, de las actividades educativas y de todo lo que podía garantizar la supervivencia en medio del horror de una guerra total que desdibujaba las líneas del “frente” y del “frente interno”.

Defensa Civil. Se necesitan mujeres para el servicio de evacuación. Ofrece tus servicios en tu ayuntamiento o en cualquier rama de los Servicios Voluntarios de Mujeres © IWM (PST 15092)
A nivel individual o encuadradas en organizaciones humanitarias, hubo mujeres que aliviaron la situación de los grupos perseguidos y de los desplazados por la guerra, exponiendo sus vidas para salvar otras, incluso cuando esto implicaba actuar en contra de las directrices de sus organizaciones que, en algunos casos, adoptaron posiciones de neutralidad ante las persecuciones perpetradas por el régimen nazi.
Uno de los episodios más terribles de la Segunda Guerra Mundial fueron las persecuciones y exterminio de los judíos y otros colectivos por parte de los nazis. Hombres, mujeres y niños fueron despojados de toda dignidad humana, utilizados en experimentos, torturados, matados a golpes o gaseados.

Prisioneras judías tras las alambradas en el ilot L del campo de tránsito de Gurs. Fotografía tomada por Alice Resch-Synnestvedt de manera clandestina. Ca. 1942-1943. © USHMM. Cortesía de Hanna Meyer-Moses (78704)
Durante la guerra y tras su finalización, los países europeos se enfrentaron al problema del desplazamiento masivo de población civil. En la búsqueda de una solución, el 9 de noviembre de 1943, los gobiernos de 44 naciones decidieron crear un organismo internacional para coordinar la distribución de ayuda, sobre todo de alimentos y medicinas, y paliar las graves situaciones a las que se enfrentaban las personas desplazadas: la United Nations Relief and Rehabilitation Administration (UNRRA). Su creación constituyó un hito en la historia de la ayuda humanitaria.

Los “escuadrones voladores de alimentos” de la UNRRA. Años cuarenta. © UN Archives (S-1167-0009-00001)
Como ocurrió al finalizar la Gran Guerra, en 1945 la mayoría de las mujeres se vieron obligadas a retornar al hogar y a asumir su tradicional papel subalterno en relación con el hombre. El reconocimiento del trabajo excepcional que desarrollaron en la guerra se ha producido de manera muy tardía.

Monumento conmemorativo dedicado a la contribución de las mujeres durante la Segunda Guerra Mundial. Se encuentra en Whitehall, en Londres. El autor del diseño es John Mills. Se representan 17 mujeres con los uniformes o ropa de trabajo que usaron en esos años en los que participaron en el esfuerzo bélico. En la inauguración, el 9 de julio de 2005, cinco helicópteros militares pilotados por mujeres sobrevolaron el centro de Londres.
LA DIFÍCIL TRANSICIÓN A LA PAZ
En 1945 terminó la guerra más bárbara y cruel que había conocido la Humanidad hasta entonces, pero su ausencia no llevó paz a los corazones de las gentes, parafraseando a uno de los protagonistas de la película que se estrenó en Alemania en 1946, recién reestablecida la industria del cine: Los asesinos están entre nosotros (Die mörder sind unter uns).
Unas sociedades destruidas moral y físicamente tuvieron que enfrentarse al horror de lo ocurrido en los campos de exterminio nazis y a las matanzas en masa de civiles perpetradas por los bandos contendientes en inmisericordes e indiscriminados bombardeos aéreos. Y, al final, una última atrocidad: los bombarderos estadounidenses B-29, que habían arrasado con bombas incendiarias las ciudades japonesas durante los dos últimos meses de la guerra, lanzaron dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki el 6 y el 9 de agosto.

Piel quemada de una víctima superviviente de la bomba atómica, 1945. © NARA (519686)
La guerra se saldó con la muerte de unos 70 millones de civiles y combatientes. A ello hay que añadir los millones de inválidos y mutilados, los más de 10 millones de huérfanos y los millones de desplazados: civiles, soldados desmovilizados, desertores, prisioneros de guerra liberados. Todos trataban de regresar a su “patria” allá donde se encontrase.

Víctimas de la guerra en una cueva en Nápoles (1945). © UN Archives (S-0800-0003-0004-00017)
El fenómeno del desplazamiento de población fue lo más característico de la inmediata posguerra. Muchas personas no tenían adónde ir y para otras el retorno a sus lugares de origen significó un castigo.

Refugiados alemanes desplazándose hacia el oeste en 1945. Autor desconocido. © Bundesarchiv (Bild 146-1985-021-09)
Hubo muchas repatriaciones forzosas o indeseadas. Entre ellas las de mujeres chinas, coreanas, japonesas, filipinas, etc. que habían sido obligadas a prostituirse en burdeles establecidos por militares del ejército imperial japonés en los países ocupados. Las cifras de estas esclavas sexuales varían; en cualquier caso, más de 200.000 en el periodo de 1938 a 1945. Como ocurrió con tantas otras atrocidades, tras la guerra, cayó sobre ellas un velo de silencio hasta que en 1991 la coreana Kim Hak-Soon se atrevió a contar la humillante historia de las “comfort women” (mujeres consuelo).

Estatua de bronce de una “comfort woman” frente a la embajada japonesa en Seúl (Corea del Sur) erigida en diciembre de 2011. © YunHo LEE
La transición hacia sociedades en paz no fue fácil. El proceso de reconstrucción social y económica fue de una magnitud sin posible comparación con otros periodos de posguerra. Los avances para las mujeres en los primeros momentos fueron muy limitados. Se vieron obligadas de nuevo a retornar a un hogar en muchos casos inexistente. Las familias estaban rotas, muchos de sus miembros habían muerto o estaban desaparecidos y para una gran parte de los soldados el regreso a casa y su readaptación a la vida civil constituyó una dura experiencia.

Folleto elaborado para los grupos de discusión del Partido Laborista británico en respuesta al informe de la Royal Commission of Equal Pay. 1946. © TUC Library Collections
En los países europeos y asiáticos la guerra había destruido el tejido social y económico y había producido profundos cambios en sus culturas políticas. Desde el punto de vista económico sólo la sociedad americana salió beneficiada de la guerra. EE. UU. se convirtió en una potencia mundial y utilizó esa fuerza para afianzar su poder y control en otros países. El 5 de junio de 1947 el secretario de Estado George C. Marshall pronunció un discurso del que surgió el “Programa de Recuperación Económica” para Europa, el llamado “Plan Marshall” para la reconstrucción de Europa Occidental.
Esa ayuda creó, en las décadas de 1950 y 1960, muchas oportunidades de trabajo de las que también se beneficiaron las mujeres. Paralelamente se producían transformaciones en las relaciones entre los sexos y en el papel de aquellas en las esferas privada y pública.
Aunque los avances fueron notables, los cambios siempre son frágiles y en cualquier momento nuevas situaciones de crisis pueden provocar retrocesos. Sólo la educación y la evolución a largo plazo de las mentalidades podrán afianzar los deberes y los derechos por los que tantas mujeres han luchado a lo largo de la Historia.